Siempre me hizo gracia al aprender nuevos idiomas (tampoco es que hable tantos), cuando una cultura decidía tomar prestado un término del inglés para definir algo en su propio idioma, pero se trataba de las cosas más básicas. Los casos más llamativos y curiosos, que yo conozco al menos, son el de week end en francés o el de privacy en italiano. Como si esas dos cosas no hubieran existido con anterioridad a la introducción del vocablo inglés. Porque de eso se trata, o al menos debería tratarse: de un préstamo para bautizar una cosa para la que carecíamos de término en nuestro idioma.
Casos de anglicismos necesarios
Es lógico que en campos como la informática o el deporte, el inglés disponga de términos que nosotros no necesitábamos con anterioridad. En el primer caso porque ellos van años luz por delante de nosotros y en el segundo porque lo inventaron. Aunque claro, si tenemos en cuenta que ellos también inventaron la informática, siempre nos queda la esperanza de superarlos en eso como hicimos en el deporte rey, deporte en el que el país que lo inventó está pasando por sus horas más bajas. De estos anglicismos hay algunos que están plenamente asentados en nuestro idioma, como puede ser el ejemplo de penalti, córner, bluetooth, software, hardware, chat, etc. En estos casos, ya sea mediante la adaptación o mediante el calco, será difícil que cambiemos de palabra para referirnos a esos elementos.
En muchos otros campos, a lo largo de los años, se han ido introduciendo palabras que designaban nuevos conceptos u objetos para los que carecíamos de palabras en castellano. Algunos ejemplos serían: parking, golf, hobby, bar, short (por pantalón corto), hippy, milenial o casi todos los estilos musicales conocidos, blues, pop, rock, hip hop, trap, soul, etc. Como es lógico, en estos casos es difícil discutir la necesidad de utilizar estos anglicismos y su asentamiento en nuestro idioma. Algunos de estos casos incluyen palabras para las que nosotros disponíamos de vocablos, pero su uso en inglés simplificaba o acortaba su uso, como puede ser el ejemplo de hobby (por pasatiempo) o short. Recientemente, la introducción en España de nuevos conceptos ha provocado que nos planteemos el uso en inglés, por simplificar, o la traducción en español, por clarificar. Un ejemplo sería cashback, para el que la traducción propuesta en español es retiro de efectivo en tienda, o una de las seleccionadas para palabra del año: phubbing, para la que se propone la traducción de ningufoneo.
Casos de anglicismos innecesarios
Uno de los motivos principales por los que oponerse a la entrada de anglicismos en nuestro idioma, es la uniformidad del mundo que proponen. Palabras que podrían traducirse o adaptarse a nuestro idioma son tomadas tal cual por los departamentos de publicidad de las grandes empresas. Todos hemos dicho alguna vez eso de “es que suena mejor”, cuando en realidad lo que queremos decir es que “si supiera verdaderamente lo que significaba no me lo creía”. Un ejemplo puede ser el de “Black Friday”. Si lo llamamos viernes negro, las connotaciones no son muy positivas y por eso los departamentos de publicidad tienden a dejarlo en el original.
Otro caso en el que se suelen utilizar muchos anglicismos es el mundo empresarial. Todos hemos oído hablar de timing, feedback, meeting, business, target, delivery, deadline o management, y todos conocemos sus equivalentes (o casi), pero ¿y lo bien que quedamos cuando lo decimos en inglés?
Por último, un aspecto a destacar, por lo negativo, serían los términos que los profesionales económicos utilizan en su día a día. Esto, que está muy relacionado con el mundo de la empresa, y que proviene del dominio estadounidense de ambos campos, en ocasiones se utiliza como herramienta para despistar con términos difíciles de entender: hedge fund, benchmarking, fintech, credit default swap (CDS), etc.
Y ahora que sabemos lo que se puede y no se puede hacer, ya podemos empezar a hablar como nos dé la gana, eso sí, al menos teniendo en cuenta lo que hacemos bien y lo que hacemos mal.