Anglicismos… ¿dónde está el límite?
Siempre me hizo gracia al aprender nuevos idiomas (tampoco es que hable tantos), cuando una cultura decidía tomar prestado un término del inglés para definir algo en su propio idioma, pero se trataba de las cosas más básicas. Los casos más llamativos y curiosos, que yo conozco al menos, son el de week end en francés o el de privacy en italiano. Como si esas dos cosas no hubieran existido con anterioridad a la introducción del vocablo inglés. Porque de eso se trata, o al menos debería tratarse: de un préstamo para bautizar una cosa para la que carecíamos de término en nuestro idioma.