La contaminación lingüística es un fenómeno tan antiguo que es difícil saber cuál fue su punto de partida. Con esto se hace referencia a ese proceso de influencias o imposiciones lingüísticas que actúan sobre un idioma y que entran en él, haciendo que se adopte un término completo o una adaptación de este mismo a la fonética y escritura del idioma objetivo.
El uso de estos términos en sustitución de una palabra en una lengua o por la ausencia de esta, hace que su adaptación al nuevo medio lingüístico sea mucho más rápida y natural.
Muchas de las situaciones en las que se ha producido una contaminación lingüística, que conocemos a lo largo de la historia, se han debido a situaciones políticas, repercusiones por conflictos bélicos, cambios en la geopolítica de un territorio o de acercamiento entre culturas.
Actualmente, la mayor contaminación lingüística a la que estamos sometidos se produce debido al uso de terminología especializada relacionada con la industria, la ciencia, el marketing o el mercado laboral, otras son influencias globales surgidas por una tendencia o moda.
Sin embargo, ¿es la contaminación lingüística una amenaza para los idiomas menos hablados?
Es posible que esta contaminación en una comunidad lingüística reducida, con el añadido de la necesidad de un idioma puente para hacer posible la comunicación con hablantes dentro de este grupo, reduzca más aún la visibilidad de un idioma poco hablado. No obstante, debemos recordar que un idioma tiene sus raíces ancladas a la cultura de un colectivo y mientras tenga interlocutores nativos seguirá vivo.
Queda claro que la contaminación lingüística es un fenómeno muy arraigado. Mientras las culturas se sigan acercando en materia industrial, laboral o científica, el idioma predominante en cada uno de estos campos influirá terminológicamente al resto. Así mismo, en la situación en la que sea necesario acuñar un nuevo término, en un ámbito especializado, el idioma predominante se encargará de ese privilegio.